Lo que le puede llegar a cualquiera a través del móvil, la tableta o el ordenador puede ser de traca. La capacidad de transmisión de las nuevas tecnologías ha potenciado el afán de poner en circulación noticias, chismes, fotografías, vídeos, proposiciones, contactos, quedadas o datos graciosos, pero también ataques, propaganda, calumnias, pornografía y lo que se tercie. Y en el uso del móvil de nuestros hijos adolescentes hay una solución de sentido común: los padres han de comprar un móvil pero para ellos, y prestárselo con condiciones al adolescente. A ese móvil ya no se le da la categoría de “propiedad”, siendo los padres quienes se encargan de administrar su uso y deciden cuándo se lo entregan para que lo pueda usar. El adolescente se lo tiene que entregar cuando se lo indiquen y así poder comprobar la utilización que se ha hecho del pequeño-gran invento de nuestros días. A medida que el adolescente vaya demostrando que se puede confiar en él entonces podrán ir soltando cuerda y ampliando su libertad de uso.